Prisa por que llegue el viernes, prisa por que llegue nuestro príncipe azul, prisa por que pase algo que esperamos, pero la prisa que más me preocupa es la prisa que tenemos por crecer (o hemos tenido todos, porque a partir de cierta edad ya no crecemos sino que envejecemos).
Los niños no pueden esperar por ser adultos y a los doce o trece añitos ya te los ves con prisas por perder la virginidad, por ponerse a fumar, emborracharse y drogarse, por dejar los estudios y ponerse a trabajar... En fin, hay mucha prisa por perder la inocencia.
Mucha gente cuando echa la vista atrás recuerda su infancia como lo mejor que ha vivido. Yo, como otras muchas personas, desgraciadamente no. Pero lo que tenemos en común es que a todos nos hubiera gustado tener una infancia más larga, inocente y feliz.
Normalmente definimos la adolescencia como esa etapa de la vida para experimentar, vivir sin pensar en el futuro y bebernos la vida.
Y lo que suele pasar cuando te ves obligado a madurar demasiado pronto es que eso en algún momento revienta porque es una gran presión y acabas teniendo una regresión al pasado. Lo que suele pasar cuando llevas casada desde los 16 años y de repente te divorcias, que te descontrolas.
Y nos pasa porque la sociedad nos dice que tenemos que ser mayores: cuando somos niños tenemos que ser adolescentes y cuando somos adolescentes tenemos que ser adultos. Nos dice que tenemos siempre que vivir con prisas, quemar el tiempo, quemar etapas.
"He llegado por fin a lo que quería ser de mayor: un niño." Joseph Heller.
"Lo que se les dé a los niños, los niños darán a la sociedad." Karl A. Menninger.

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