Hace exactamente una semana terminé las clases. Pero eso no quiere decir que esté de vacaciones, no señor. Estoy de prácticas. Y eso significa que en vez de ir a la universidad, los estudiantes vamos a aprender de la gente que ya terminó nuestra carrera y está trabajando. En dos meses tenemos que absorber todo lo que podamos de ellos, que llevan años sabiendo lo que nosotros tenemos que aprender ahora.
Ahora bien, como estudiantes de enfermería, yo y mis compañeros vamos a centros de salud y practicamos con personas. ¿Sabéis ese sentimiento de desconfianza que se tiene cuando vas al medico y te toca alguien de prácticas? Pues lo provocamos nosotros. Y, sinceramente, lo entiendo. No inspira mucha seguridad que alguien que no acaba de saber lo que esta haciendo intente clavarte una aguja en el brazo. Pero en realidad normalmente no tenéis de que preocuparos. Porque estamos aprendiendo, sí, pero aprendemos rápido para no cometer errores. Porque sabemos que, aunque todo el mundo falla alguna vez, cuando fallamos nosotros alguien se hace daño.
Mi día empieza a las cinco y media. Sí, de la mañana. Mientras todo el mundo duerme, yo me preparo para salir de casa e ir a la estación, para coger el autobús a las seis y veinte. El sitio en el que me tocaron las prácticas no podría estar más lejos ni aposta, pero tengo que entrar todos los días a las ocho, y uno se puede acostumbrar a madrugar.
De ocho a nueve, extracciones. Es decir, sacar sangre. Justo lo que apetece hacer a primera hora de la mañana, ¿verdad? Nada de desayunar tranquilo, o saltarte la primera clase para dormir un poco más. Sin pausa, pero con un poco de prisa, vamos repitiendo los mismos pasos con cada persona que se nos pone delante. Incluso saludar forma parte del protocolo. Para que os hagáis una idea, un día normal hay seis enfermeros sacando sangre, y más de setenta haciendo cola para que se la saquen. Y todos tienen que irse con los brazos enteros. Al final llegas a un nivel de concentración tan profundo que dejas de ver personas y solo ves sus venas, la aguja y los tubos que has de llenar.
Después, y hasta las doce y media o la una, toca consulta. Todos los estudiantes tienen asignado un enfermero de referencia, que, además de evitar que matemos a alguien y hacer su trabajo de siempre, tiene que llevarnos detrás todo el día. Así que cuando pasa consulta, nosotros tenemos que estar ahí, haciendo lo que nos dicen y permaneciendo quietos, en silencio y prestando atención a lo que hacen cuando no nos dicen nada. Lo que no es tan fácil como parece, porque allí llega todo tipo de gente con todo tipo de problemas, y a veces tienes que aguantarte la risa. O las lagrimas, dependiendo del caso. Sobre lo que tenemos que hacer, solo diré que va desde tomar la tensión a quitar puntos, pasando por vacunar y curar heridas, y que muchas de estas cosas las hacemos por primera vez allí.
Y por último, una de las cosas que más me gustan, domicilios. Básicamente es ir a casa de la gente que por unos motivos o otros no pueden acercarse al centro de salud y necesitan unos cuidados especiales. Personas que no pueden moverse de la cama, gente mayor, aliens que no salen para no aparecer en la tele...
Casi todo lo que hacemos nos pilla desprevenidos, porque hemos estudiado que hay que hacer y porque, pero el como solo se puede aprender con la práctica. Estudiamos anatomía, fisiología, psicología, pero la primera vez que pinchamos, curamos heridas o enseñamos a alguien a controlar su diabetes tiene que ser necesariamente con personas de verdad. No hay simulador de vuelo para nosotros, tenemos que pilotar el avión desde el principio. Y da miedo, claro, pero saber que mis errores no los pagaré yo, sino la persona que tengo delante, el paciente, una forma extremadamente eficaz de motivarme para mejorar. Pese a todo, prefiero estar de practicas que en clase. Porque ahora estoy vislumbrando como será mi vida dentro de unos años, cuando termine de estudiar, y me gusta lo que veo.
lunes, 17 de noviembre de 2014
Día "normal" de un enfermero en prácticas
Escrito a las 13:16 por Mini Esperma
Categoria: Diario de un esperma
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